Los Tswana: entre el apartheid y la libertad
Una de las etnias más importantes del sur de África son los
tswana. Casi 6 millones de personas forman parte de la misma, distribuidos
entre Namibia, Zimbabue, Sudáfrica y Bostwana. En estos dos últimos países se
concentra la mayoría del grupo tribal. Pero la situación política varía al
cruzar la frontera.
La lucha contra la
injusticia
Bandera de Bophutatswana |
La
gente de raza negra ha sido víctima en Sudáfrica durante 50 años. El régimen de
apartheid que desde 1948 impuso el Partido Nacional, compuesto por blancos
descendientes de los antiguos colonizadores de raíces holandesas (los
afrikáners, procedentes de los antiguos campesinos bóers), segregó el país en
dos con el color de la piel como criterio para poseer o no una serie de
derechos y posibilidades. Así, el blanco podía votar, viajar libremente por el
país, ganar más dinero por el mismo trabajo, vivir en zonas distintas al negro
y estudiar en lugares diferentes. Existían cuatro grupos sociales: negros,
blancos, mulatos e indios –provenientes de India y Pakistán-. Los primeros
fueron obligados a concentrarse en diez estados creados artificialmente desde
el poder, como última medida segregacionista.
De este modo, aparecieron los bantustanes. Sudáfrica
concedió la independencia a varios, aunque la comunidad internacional nunca les
reconoció como tales. Uno de ellos, Bophutatswana, reunía a los que formaban
parte del pueblo tswana y hablaban su propio idioma, el setswana. Casi dos
tercios de los miembros de la etnia viven aquí. Su trayectoria comprendió toda
clase de hitos, mucho más tumultuosa que la de sus hermanos del norte. Desde
una organización militar a partir de un golpe de Estado que subió al poder a
Lucas Mangope hasta una invasión de extremistas afrikáners del AWB que
pretendían impedir el cambio en la región. Pese a su clima más bien seco, pues
el oeste del área lo ocupa el desierto del Kalahari, su riqueza mineral la
atestiguó la revista Time[1].
Finalmente, la reintegración tuvo lugar en 1994 y el proceso que impulsó Nelson
Mandela con el Congreso Nacional Africano (ANC en inglés) devolvió a los
tswana, como a otras etnias, sus derechos y su reconocimiento[2].
Un ejemplo de
estabilidad
Unos
kilómetros más arriba la situación cambia totalmente. Los tswana ya no
conforman una minoría, sino que alcanzan casi el 80% del número de habitantes
del país. Hasta el propio nombre, Bostwana, les tiene como protagonistas;
significa “el país de los tswana”. Con sus vecinos del sur comparten etnia,
lengua, historia, incluso la bandera tiene una forma muy similar. Hasta la
importancia de la lluvia, presente en ambos lemas, resulta llamativa. Todo
proviene de haber mantenido lazos durante el último período de ocupación
británica. La promesa de que no se les incluiría en la Unión Sudafricana,
germen de lo que hoy es Sudáfrica, se tradujo en la declaración botsuanesa de
independencia en 1964. Hasta la capital, que figuraba en el territorio tswana
perteneciente a los sudafricanos, pasó a Gaborone –prácticamente sobre la
frontera-.
En esta nación desconocida para el gran público, los tswana
han demostrado un gran sentido de estado. A diferencia de sus parientes, se han
evitado golpes de Estado y cualquier desestabilización política. Con toda la
zona oeste del país perteneciente al Kalahari, su modelo de crecimiento ha
elevado exponencialmente. Se contaba entre las 25 naciones más pobres del
planeta al acceder a la independencia; hoy en día, figura en el puesto 98 en el
índice de desarrollo humano, debido fundamentalmente a la inversión en
educación -10% PIB, 80% alfabetización, aunque hace poco tuvieron que volver a
introducir cuotas de copago por la imposibilidad de hacer frente al coste total[3]-,
la explotación minera y al recorte de gasto público.
Maravillosos parajes[4],
la fauna típicamente africana y largos años de paz ofrecen la oportunidad de
visitarla. Como dicen allí, “¡¡¡Re a go amogela!!!”, Bienvenido a Bostwana.
Artículo de Luis Hernandez del Hoyo
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