Sobre el fallecimiento de Fidel Castro

Este fin de semana si hay una noticia que destaca sobre el resto es la del fallecimiento de Fidel Castro, el Dictador Cubano aferrado al poder durante más de 50 años. Más allá de la simbología que su figura representa entre la izquierda y el anti-americanismo recalcitrante, su legado deja más sombras que luces. 

El avance indudable de Cuba en materia de acceso a la educación básica y reducción de las desigualdades queda lastrado por una ausencia de total de derechos civiles, el control férreo de los medios de comunicación, la feroz persecución a cualquier atisbo de disidencia y sin duda lo más descorazonador es el grado de aislamiento al que ha sometido a la Sociedad cubana durante tantos años.

25 años después de la caída del telón de acero, Cuba despertó a duras penas en estos últimos años de ese letargo comunista que les expone ante la realidad más trágica: La de una Sociedad empobrecida hasta el extremo, acomodada y sin más perspectivas que la de llevar una vida digna. Al igual que otros grandes líderes del anti-colonialismo como Robert Mugabe, Castro ha extendido su mandato mucho más allá de lo que la Historia dictaba y su fallecimiento marca un hilo de esperanza para todos aquellos que sueñan con una Cuba Post-castro lejos del ideal marchito que tanto ha alimentado esa propaganda progresista y del que tanto rédito ha sacado el capitalismo de masas.

Queda por ver si el Régimen se encamina hacia un punto y a parte o bien hacia un punto y seguido marcado por una leve apertura a la inversión extranjera pero lastado por la ausencia de salto generacional de los dirigentes cubanos actuales. En todo caso, al contrario que muchos, me alegra no haber puesto hasta ahora el pie en esa isla que tanto me fascina contribuyendo al enriquecimiento ilícito del régimen Castrista.

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