El miedo a los barbaros


Miedo a los bárbaros: Concepto acuñado por Todorov.

"Estamos asistiendo a la desintegración de Europa", "el fundamentalismo y los partidos ultra están tomando los bastiones trad"icionalmente liberales de Europa". Estos son algunos de los argumentos catastrofistas que se han podido escuchar tras la negativa de Suiza a permitir la entrada de más inmigrantes. Europa asiste en un preocupante estado de letargo ante el desarrollo irremediable de las antes llamadas regiones periféricas como Asía Pacífico,  Latino-América o ciertos países africanos que conocen un florecimiento pausado pero constante que va abocando a Europa a la intrascendencia de aquí a las próximas décadas. Si algo caracteriza este crecimiento es la apertura, el movimiento transfronterizo de personas y capitales. Esa apertura va unida al boom demográfico que hace que la población en edad de trabajar siga representando un número elevado y la tasa de natalidad alta. Frente  a este contexto, la vieja Europa asiste deprimida al hundimiento de su tasa de natalidad, la esperanza de vida creciente y los inconvenientes de tener hijos por parte de las clases medias. Lamentablemente, este anhelo no parece muy realizable y la quiebra de nuestro sistema de seguridad social, más pronto que tarde, hará que muchos se tengan que jubilar a los 70 años sin un centimo como compensación por el tiempo cotizado. Mientras el Mundo se abre, Europa se cierra y ante el improbable escenario de que nazcan niños como setas, la inmigración se antoja como la única salida viable

El no de Suiza. Fuente: http://enjeux.info/wp-content/uploads/2014/02/immigration-massive-suisse.jpg



El caso suizo

 El no de suiza viene precedido de toda una campaña orquestada hábilmente por parte de los demo-cristianos que trataron de minimizar el impacto de esta medida en la vida cotidiana de los ciudadanos suizo. "Tranquilos simplemente regularemos un poco más la llegada masiva de inmigrantes para que no os roben más trabajo y no aumente la criminalidad en las calles" parecía ser el mensaje. Curiosamente el no triunfó más entre las regiones más rurales tradicionalmente germanófonas  mientras que el Si lo hizo en  el oeste más francofono y en especial la región de Ginebra, cuyo nivel de extranjeros alcanza el 40 % también debido a sus muchos organismos multilaterales. El no de Suiza no debe sorprender tanto ya que, es quizás junto a Noruega uno de los hijos " díscolos" de Europa. ya que tanto uno como otro han rechazado en varios ocasiones la oferta de Europa de unirse al club comunitario.

Ese miedo a los bárbaros que alimenta los discursos más populistas no es nada novedoso Muchos son los casos a lo largo de la historia y aún en la llamada "era de la información" no son pocos los que muerden el anzuelo. Yendo a referencias literarias, ya en el Siglo XVIII Montesquien trataba este fenómeno en su obra escrita bajo seudónimo " Les Lettres persannes" ( Las cartas persas). En esta obra el autor se ponía en la piel de dos persas que llegaban a la corte Paris y describían la reacción de la gente con una ignorancia pasmosa ante los comportamientos de los recién llegados, " Comment peut-on être persan?" Describían los parisinos al verles pasar. Dicha obra cuyo objetivo era ridiculizar mediante la sátira el etnocentrismo europeo podría aplicarse perfectamente hoy en día. Ese "miedo a lo desconocido" a "perder su esencia" va a llevar a los suizos entre otras cosas a vender menos relojes, menos chocolates o menos quesos, algunos de los aspectos por los cuales la nación de la Cruz Roja pinta algo en el Mundo. Lo peor está por venir, como decía un responsable comunitario y es que desde ahora los suizos "vivirán un poco peor que antes". En cualquier caso ellos lo han querido democráticamente hablando y al menos sus lucrativos bancos y sus verdes montañas quedarán cobijados por los  helvéticos. 

Cartel conmemorativo de immigración marroquí. Fuente: http://www.espacemagh.be/images/uploads/events_413_logo_50_ans.jpg

Aquí en Bélgica:

Residiendo aquí en Bélgica, la tendencia anti-immigración también ha hecho estragos y no son pocos los que claman al cielo ante la llegada incontrolada de inmigrantes. Hace unas semanas saltaba la noticia de la expulsión de unos 300 españoles de su territorio por parte de las autoridades belgas. Hay que matizar que no eran solo españoles, sino también búlgaros, rumanos o portugueses ( si estamos en el mismo saco) y en su mayoría por ser una " carga para el sistema", eufemismo que implica que te beneficias del sistema de paro belga, muy generoso por otra parte, sin poner demasiado de tu bolsillo. Para ponernos contexto, hay que indicar que no son pocos los que llegan a Bruselas, cuyo  paro está cercano al 20 %, a la "aventura" como si de unas vacaciones se tratase en busca de oportunidades. 

El problema es que sin idiomas, este país cierra las puertas a cal y canto y son muchos los que desconsolados vuelven a sus países de origen. Pese al alto peso de la inmigración, cercana al 25 % entre residentes y no residentes, hay que elogiar a los belgas como un pueblo tranquilo pero amable y acogedor con sus extranjeros. A los italianos que llegaron a comienzos de siglo a trabajar en la siderurgia de Lieja se le unieron a partir de los 60 los congoleños, Marroquís o Turcos en muchos casos sin billete de vuelta. No en vano, se celebra este año el 50 aniversario de la inmigración Marroquí motivo de celebración por parte de las autoridades que han organizado todo un calendario de eventos. ¿Nos imaginamos algo parecido en España? Celebrar la llegada de la inmigración marroquí nos puede parecer ciencia ficción en cambio este país lo hace con total naturalidad sabiendo que muchos de ellos, aun siendo 100 % belgas, no se sienten plenamente integrados. 

A la conclusión a la que se llega es que basta tener un mínimo sentido común para darse cuenta que no basta con que los " ciudadanos" de a pie levanten esto solos, el inmigrante es un elemento clave en la sostenibilidad del sistema y los belgas han sabido entenderlo al menos públicamente. Esto no significa dar vía libre a todo el que entra sino permitir,una vez que se cumplen los criterios legales, que el inmigrante se sienta como en casa.  Esta situación se dará en España en no demasiado tiempo, con la segunda generación de inmigrantes latinoamericanos y magrebís,  y será una  buena forma de calibrar la  madurez de nuestro sistema democrático. En Suiza en cambio se han se han negado a ver la realidad más inmediata y pretenden seguir siendo aquella " modélica nación alpina" referencia a nivel mundial, esto puede ser reconfortante a corto plazo  pero esta vez el regalo viene envenenado y las consecuencias no tardarán en verse. 






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